Comenzaron de la nada y ahora se abren espacio en el mercado anglosajón. Estas son sus historias.
Se veían cargados de maletas, organizando sus productos, y algunos arreglándoselas con el idioma para hacerse entender. Esos emprendedores se dieron ‘la pela’ en Chicago (EE. UU.), unos para aprender a exportar y otros -representantes de 220 empresas- para cerrar negocios con expertos estadounidenses y canadienses.
No todos los que esperaban ansiosos una cita para hablar con un experto internacional o pactar una exportación, representaban a empresas grandes.
En un salón inmenso del centro de convenciones ubicado en el Navy Pier -en donde Proexport decidió hacer la rueda de negocios-, Carlos León Mesa, ingeniero mecánico de Yarumal (Antioquia), hacía demostraciones con su invento: una máquina con la que internacionalizará la empanada.
Carlos duró un año y medio “gastando neuronas” para lograr una máquina que modelara mecánicamente la empanada. “Es difícil, los inventores tenemos la cabeza llena de ideas y los bolsillos vacíos”, dice.
Tuvo que hacer muchos sacrificos y llevar una vida austera antes de lograr el apoyo de Proexport, el Sena y Bavaria. “Hasta dejar las amantes”, agrega.
Lo que muchos vieron como una idea traída de los cabellos es hoy una oportunidad para poner a comer empanadas al mundo entero. “Si los italianos lo hicieron con la pizza, por qué nosotros no”, señala.
Tan exitoso es su invento que el año pasado vendió 25 equipos, unos 190 millones de pesos, y este año ya va por los 230 millones. “Claro, mi hija es la del mercadeo, ella es la que vende”. A Carlos no le importa cargar su máquina por todos los aeropuertos, ni gastarse horas tratando de que inmigración le entienda qué es lo que lleva a cuestas. Su alivio es que se devuelve al país con un negocio en firme.
“Como que quieren once unidades para Boston”. Su ‘maquiempanadas’ pone la masa, coloca el guiso, dobla la empanada, la sella, quita el residuo y la cuenta. En Colombia vale 7’800.000 y en otros países, hasta 7.000 dólares. Pero no fue el único caso exitoso de empanadas que buscaba abrirse camino en el mercado anglosajón.
Allá estaba Diana Cárdenas, sucesora en el negocio que su mamá, 15 años antes, fundó exitosa en el barrio Primavera de Bogotá.
Hacía a diario 50 empanadas y su esposo las distribuía en todos los negocios del sector. “Les fue tan bien a mis papás que en poco tiempo ya estaban vendiendo sus preparaciones en todas las cafeterías y los negocios de la ciudad”.
Hoy, su distribución es a nivel nacional y a grandes superficies. Han puesto a comer a medio país no solo empanadas sino carimañolas y pasteles, y gracias a Proexport no solo han recibido certificaciones de calidad sino que toda su familia se metió en el cuento. “Sí se puede”, dice con orgullo.
La creatividad colombiana se desbordaba con orgullo y mucho éxito en la rueda de negocios, en el sector de diseño textil.
En uno de los salones del centro de convenciones, Diana García mostraba sus bufandas, chales y carteras, las mismas que comenzó a diseñar hace diez años sola, y luego con 15 mujeres cabeza de familia que trabajan en su empresa, ubicada en la capital. Un trabajo a mano, digno de una colección anual.
Con materiales colombianos que incluyen hasta fique, Diana crea prendas elegantes que les vende hace algunos años a clientes de varios países. En Chicago, explicaba con destreza, había que ponerle un toque de elegancia a la ropa cotidiana. ¿Cuáles son sus expectativas? “Le puedo decir que las empresas grandes nacieron en un garaje o como un sueño familiar”. Para el otro año, esta mujer llegará a conquistar nuevos mercados con las herramientas que expertos internacionales le dieron en materia de calidad.
Hasta las achiras de Neiva se proyectaron en el mercado internacional. Fue sorpresa para el vicepresidente de exportaciones, Ricardo Vallejo, que empresarios norteamericanos estuvieran interesados en el producto. “Hubo interés de cadenas americanas. Tuve muy buenas ofertas de clientes de California, Miami y Canadá”, cuenta Ramiro Ramírez, gerente de Achiras del Huila.
La valentía de los colombianos a la hora de negociar se veía en cada corredor. “Yo vendo jeans que levantan la cola; sí, la levantan”, relataba entre señas y algunas palabras en inglés William Ceballos, un antioqueño ‘de pura sepa’, a un empresario canadiense.
Este hombre le puso a su marca “Uyyy jeans” por el programa ‘Fuera de lugar’, y lleva 20 años en la venta nacional del “crocante jeans levanta colas”. “Desde la costa hasta el Amazonas y desde Cúcuta hasta Ipiales”, decía el paisa con tono de comercial. William ya exporta sus creaciones, unas 20.000 piezas mensuales; y tiene clientes en Atlanta desde el 2010. Sabe que el mercado norteamericano es más tradicional, pero como todos los pequeños empresarios que lucharon por un espacio en esa rueda de negocios, está consciente de que con su participación no hubo mucho que perder pero sí mucho que ganar.
Así les fue a los colombianos
76 pymes con historias parecidas a las ya contadas viajaron a Chicago el mes pasado como parte de la misión exploratoria que organizó Proexport, con el propósito de conocer más de cerca el funcionamiento del mercado estadounidense, dentro de su preparación para exportar productos a este mercado.
Por otro lado, expectativas por más de 47,2 millones de dólares arrojó la macrorrueda de negocios dentro de la estrategia de la entidad para el aprovechamiento de los tratados de libre comercio.
El vicepresidente de Exportaciones de Proexport, Ricardo Vallejo, indicó que en Chicago se hicieron presente compradores de Estados Unidos y Canadá. Por sectores, el más destacado en expectativas de negocios reportadas por los compradores fue el de prendas de vestir, con 21,1 millones de dólares; seguido de agroindustria, con 15,5 millones de dólares; y manufacturas, con 10,5 millones de dólares. Los empresarios canadienses fueron quienes más posibilidades de negocios consiguieron, por un total de 24,7 millones de dólares; mientras que los estadounidenses lo hicieron por 22,5 millones de dólares.
CAROL MALAVER
Redactora de EL TIEMPO